burriana Tres años. Tres años compartiendo vida con nuestro Moody 40, un barco con historia, robusto y fiable, un compañero de viaje que llega a nuestras vidas para sumar experiencias y aprender tanto de la mar como de nosotros mismos.

Hace tres años, compramos el barco en Burriana y lo trasladamos a Alicante, donde nos instalamos con nuestro hogar flotante en el pequeño puerto de San Gabriel. Allí pasamos casi dos años, un tiempo que ahora vemos como excesivo, pero que resultó invaluable para convertir al Azul en nuestra verdadera casa. Fue en ese lugar donde aprendimos a conocernos mejor a nosotros mismos y al barco, mientras estrechábamos lazos con los habitantes de ese querido lugar. Durante aquellos meses, realizamos nuestro primer gran viaje: una travesía hacia las Islas Baleares acompañados por un gran amigo experimentado en el mar. Pasamos unos 20 días navegando juntos, enfrentándonos a nuestras primeras pruebas como tripulación y descubriendo la magia de las islas baleares.

San Gabriel, Alicante

Éstas zonas del levante han sido nuestro principal escenario, un lugar donde la brisa salada y las aguas cristalinas nos han acogido. El Mediterráneo, especialmente el Mar Menor, se ha convertido en nuestro verdadero patio de juegos. Allí pasamos una temporada viviendo fondeados, explorando calas escondidas, puertos pintorescos y creando recuerdos inolvidables junto a nuevas amistades. Cada rincón que hemos visitado nos ha dejado una lección, una historia más para contar.

El Azul no es solo un barco; es nuestro hogar, nuestro refugio, el lugar donde hemos compartido risas, silencios y desafíos. En sus tablas gastadas por el tiempo y sus cabos tensados contra el viento, hemos encontrado una lección diaria: la importancia de vivir el presente, de disfrutar cada amanecer sobre el agua y cada atardecer pintando el horizonte.

Este año, sin embargo, la brújula apunta hacia lo desconocido. No hay un plan, ni un destino final. Solo la inmensidad del mar y la promesa de nuevas experiencias. La libertad de no tener límites, de dejar que el viento y las olas nos guíen. Es un salto al vacío, sí, pero un salto que anhelamos. La incertidumbre nos emociona, la posibilidad de descubrir lugares inesperados, de conocer gente fascinante, de vivir aventuras que aún no podemos imaginar.

Cuidar el barco, cuidarnos a nosotros mismos, eso es nuestra prioridad. Buscarnos la vida, día a día, en cada puerto, en cada encuentro. La distancia ya no es un obstáculo, sino una oportunidad para crecer, para conectar con la naturaleza y con nosotros mismos. Los amigos que hemos hecho a lo largo del camino son nuestro tesoro más preciado, lazos que se han forjado en la sal y el viento, en la complicidad de compartir una vida en el mar. Este año, la distancia nos llevará a nuevos amigos, a nuevos lugares, a nuevas historias que contar. El viaje continúa. .